Estimados amigos y amigas autores de libro
Señores editores de la editorial NOVUM
Directores del Ministerio
Martes, 26 de abril de 2011
Constituye un gran agrado para mí presentar hoy la publicación El Alma de Chile de la editorial Novum, cuyo propósito es ofrecer al país la visión de 26 connotados chilenos -hombres y mujeres- sobre nuestra visión existencial, apegos, generosidades, idealismos y anhelos; un libro que también quiere invitar a revisar temas que deberían ser motivo de reflexión para todos.
En efecto, el segundo centenario de la República ofrece una ocasión privilegiada para hacer un examen honesto de nosotros mismos, para dar una mirada más analítica a todo aquello que somos y a lo que nos define; en suma, para asumir nuestra identidad como chilenos desde una perspectiva valórica aún más trascendente, que sea el sustento desde el cual nos proyectamos hacia el futuro.
Tal como recuerda el Comandante en Jefe del Ejército, Juan Miguel Fuente-Alba, una nación, según Ernest Renan, es "un alma, un principio espiritual; compartir y tener glorias comunes en el pasado; una voluntad unísona en el presente; el haber hecho grandes cosas juntos y tener una fuerte convicción para seguir haciéndolas en el futuro". Adicionalmente, la misma etimología de la acepción "patria" explicita también la idea de un origen, descendencia y herencia comunes, a la cual se agrega la institucionalidad construida en común.
Por ello, para intentar una aproximación a eso tan complejo como el alma de Chile, se ha sondeado la impresión de este amplio abanico de chilenos que muestran una pluralidad de miradas sobre lo más característico de nuestra patria, aquello que nos singulariza y nos distingue. En esa diversidad de miradas, la visión amplia y evocadora de Mario Kreutzberger convive con la lozanía de Mahani Teave; la profundidad de Juan de Dios Vial Larraín complementa la sensibilidad de Carmen Luisa Letelier. Son sólo unos ejemplos de estos 26 compatriotas que aúnan esfuerzos para iluminar nuestra historia.
He tenido la suerte de conocer y trabajar con varios de los autores que participaron en este libro, gente que enorgullece y prestigia a Chile. Y todos siempre me impresionan por su confianza en el alma de nuestro país.
Hace muchos años discutía con Agustín Edwards sobre cómo se estaban perdiendo las tradiciones chilenas, absorbidas por las ciudades y la globalización, en una forma que parecía irreversible. Agustín me decía que estaban en el corazón de cada chileno y que bastaría ponerlas en el medio de la ciudad para que la gente las retomara. Así nacieron las semanas de la chilenidad que hoy congregan a cientos miles de personas en todos los rincones del país.
Lo mismo me sucedió con la Teletón. Yo le decía a Mario Kreutzberger que debíamos ahorrar y crear un fondo para financiar la Teletón, que no podíamos gastar todo y llegar a cada nueva Teletón sin un peso. ¿qué pasaría si algo inesperado sucedía y no se podía hacer', ¿cómo pagaríamos los sueldos y los tratamientos? Mario siempre me decía que había que atenderlos a todos, sin preocuparse por el futuro, porque el alma de los chilenos es muy grande y nunca nos dejarían solos. Y así ha sido.
Lo mismo me pasa cada vez que visito a la Madre Irene en su hospital de Molina, en donde recibe sin ningún cobro a todo el que toca la puerta. Le preguntaba cómo pensaba financiar todo esto y ella me decía, cada vez, lo mismo que ha escrito en este libro (y cito): "Jamás nos ha faltado nada para socorrer a todo el que se acerca a esta Casa con toda clase de enfermedades y necesidades. Es Dios el que toca el corazón de la gente de este país, los chilenos, conmovidos, acuden desde todas partes presurosamente, unos con más ayuda, otros con menos, pero todos ayudando, felices y emocionados. Parece un prodigio Pentecostal".
Creemos que todos los temas aquí evocados y la forma en que han sido tratados, tales como la solidaridad y generosidad con los demás en todas sus formas; la importancia del lenguaje como vehículo de crecimiento y desarrollo de las sociedades; la naturaleza y la belleza de nuestro paisaje; nuestro patrimonio tangible e intangible; la profunda vocación de servicio público de las fuerzas armadas y carabineros; el urbanismo y la escala humana; la trascendencia del arte, la cultura y la espiritualidad religiosa; el derecho a una educación y salud dignas; la riqueza de la cosmovisión de nuestros pueblos originarios y la energía y el ánimo emprendedor y creativo de nuestros empresarios, deberían contribuir a enriquecer poderosamente el debate público y estimular la reflexión intelectual de todos quienes lean estas páginas.
Esperamos que este recorrido a través de la pluma y sobretodo del corazón de tan destacados compatriotas, nos inspire a todos a conocernos mejor y a amar más a nuestra patria comprometiéndonos a ajustar los rumbos y también a multiplicar esas virtudes que, frente al concierto de las naciones, nos identifican y nos llenan de legítimo orgullo.
Tal como termina su ensayo Juan de Dios Vial Larraín, "la madurez política e institucional de país, la reciedumbre del carácter de sus hombres y de sus obras, los rasgos más personales de su historia, reclaman estar alertas a la profundidad propia del alma. Hay un alma de Chile".
Y como señala José Said, "no podemos empequeñecernos, no podemos dedicarnos sólo a nosotros mismos, tenemos grandes tareas que enfrentar y Chile ha demostrado ser capaz de abordar grandes desafíos".
Finalmente, quiero agradecer muy sinceramente a todos los que han hecho posible este valioso proyecto editorial e intelectual, el cual, sin duda alguna, es un importante aporte a la cultura nacional que abre una interesante oportunidad para abrir una reflexión colectiva.
Queridos amigas y amigos,
Hay un alma de Chile, un alma noble y generosa, capaz de sobreponerse a las desgracias y de hacer valer la solidaridad a la hora de relacionarse con el otro. Un alma que ha tenido una expresión tan generosa en la literatura y el arte, especialmente en la poesía de grandes creadores como Mistral, Neruda, Huidobro, Lihn, Parra.
Creo que esta es una ocasión perfecta para rendir un homenaje a un poeta también destacadísimo y reconocido en Chile y en otras latitudes, Gonzalo Rojas. Un poeta que quizá los mexicanos valoraban incluso más que los chilenos, un poeta de habla universal que cantó sobre todo al amor y a la belleza del encuentro entre hombres y mujeres. Un poeta que ayer nomás dejó de existir, cuando había cumplido ya 93 años y dejaba atrás una obra fecunda, amplia y reconocida cuyos versos seguirán resonando en la memoria universal.
Un poeta, en fin, que siempre invitó a vivir, a vivir con intensidad, a tener los ojos abiertos, a renovar la mirada, como en este breve y preciso poema que se llama La palabra:
Un aire, un aire, un aire,
un aire nuevo:
no para respirarlo
sino para vivirlo.
He ahí una invitación que este libro repite desde otro ángulo, desde la mirada de estos protagonistas de nuestra historia que reflexionan para todos nosotros y que buscan un aire nuevo para Chile.
Muchas gracias.