Yo quiero agradecer esta oportunidad de reintegrarme al Foro Iberoamérica. Participé en algunas de las reuniones algunos años atrás, quisiera sumarme al homenaje emocionante a Jesús de Polanco y, tal vez, usar como punto de partida en esta intervención lo que escuchábamos, al comienzo, al Presidente Ricardo Lagos. En primer lugar, quiero decir que tengo un sesgo optimista respecto del futuro en América Latina y ustedes lo van a notar a lo largo de estas palabras.
Creo que, efectivamente, el tema para América Latina es preguntarse acerca del camino que falta por recorrer, después de un período largo, con discontinuidades, como decía Carlos Fuentes, con continuidad cultural, pero con discontinuidad económica y política. El camino que falta, a su vez, no es un camino que signifique andar a tientas sin conocer exactamente dónde van a estar las dificultades, los obstáculos y cuáles son las potencialidades y oportunidades. Como se decía al comienzo de esta sesión, yo comparto cien por ciento, que la experiencia de la Península Ibérica y, particularmente de España en los últimos treinta años, es algo que tenemos que seguir mirando con extraordinario interés y detención. Y creo que también es verdad que la situación de la región de hoy día es semejante a la que había en los años setenta, a mediados de los años setenta en esos países, con la ventaja que ahora podemos aprender de lo que se ha recorrido después en esos países, de entender mucho mejor, insito, los aciertos y evitar los errores. Y por lo tanto, creo efectivamente que la tarea es, como decía Ricardo Lagos al comienzo, simbólicamente cómo echar abajo los Pirineos, cómo integrar plenamente a América Latina en el mundo, con personalidad, con fuerza, con un sentido de convergencia en su camino al desarrollo y, al mismo tiempo, hacer como lo hizo Portugal y España hace muchos años y sin duda al conjunto de Europa, dar una respuesta mucho más coherente, profunda, al tema que hoy día está debilitando a las democracias en la región.
Lo que Europa entendió inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, que es que cuando los países y los pueblos toman mayor conciencia en las desigualdades, es indispensable poner en el primer el lugar en la agenda política el tema de la cohesión social. Y cuando hemos hablado de este tema lo hemos puesto obsesivamente, desde la Cumbre Europea en Viena del año pasado, nosotros como Gobierno de Chile y la Presidenta Bachelet en particular, al principio nos decían pero si este es un tema europeo, por qué lo ponen ustedes acá. El concepto incluso, es un concepto europeo. Yo diría que en realidad es un concepto fundamental para poder recorrer exitosamente el camino que falta para América Latina.
Es obvio que estamos en un momento bueno para América Latina, las economías creciendo cinco por ciento al año. Hay gente que dice que en realidad el estado de ánimo, sin embargo es muy negativo en la región y por eso las experiencias populistas, seudo-revolucionarias, etcétera. Recientemente, dos centros de estudio, uno en Chile y otro en Brasil, realizaron una encuesta en siete países de América Latina, y una de las conclusiones de esa encuesta es que el 70% de los Latinoamericanos piensa que en diez años más su futuro va a ser mejor que hoy día y el 82% piensa que sus hijos van a tener un horizonte de oportunidades infinitamente mejor del que tienen hoy día. Por lo tanto, no hay que equivocarse en el estado de ánimo. Hay un cierto sentido común básico instalado, que hace posible pensar ambiciosamente en cómo introducir el elemento de persistencia que requiere un camino al desarrollo exitoso.
Una breve referencia, solamente, porque uno al final tiene que hablar desde el punto de vista de sus experiencias y, habemos algunos en esta sala, que vivimos el camino completo, que estuvimos en los años setenta y ochenta, escuchando a nuestros colegas cuentistas políticos en el resto del mundo diciéndonos que Chile era el caso perdido, que si uno tomaba todos los indicadores que tomara, Chile era el país de América Latina que no iba a poder transitar a la democracia en un horizonte previsible. Todos los indicadores eran en contra, Pinochet instalado, esto no cambiaba.
Hemos vivido el proceso completo y yo quiero hacer hoy día una afirmación de lo que a mí me parece que es como el estado de ánimo principal con lo que uno tiene que enfrentar el futuro en la región, que es el ánimo del posibilismo. Nosotros comenzamos como comenzamos, con todo en contra y el país afirmó en el año 1990 varias cosas: primero, nos vamos a integrar al mundo sin complejos. Bueno, hoy día tenemos una de las economías más abiertas del mundo, tenemos acuerdos de Libre Comercio con 56 países que representan un mercado de tres mil ochocientos millones de personas, incluyendo acuerdo de libre comercio con China, Japón, Corea del Sur, Singapur, Nueva Zelanda, etc, y estamos negociando con Australia y Malasia. Hay mucha gente en América Latina que dice "que insensatez", "que cosa más absurda entrar en este mundo manejado y dominado por los países del norte", "esto es una propuesta derrotista". El año noventa, Chile exportaba al conjunto del mundo 7 mil millones de dólares, hoy día exporta sesenta mil millones de dólares y detrás de eso ha habido un proceso de generación de empleos muy importante.
La Presidenta Bachelet ayer daba una cifra, pero para completarla el año 87 en los años mejores, entre comillas, del milagro económico de Pinochet, se hizo una primera encuesta que mostró que el 45% de los chilenos vivía, en los años del milagro económico, bajo la línea de pobreza. Después de 17 años de democracia, por una coalición de centro izquierda estable, que ha creído en el valor de la persistencia, la pobreza en Chile hoy día, con la misma encuesta, con los mismos indicadores, es un 13%. Y un último indicador, desde el punto de vista de estas expectativas de las generaciones futuras, hoy día en Chile el 70% de los jóvenes que están en la educación superior, es la primera generación de jóvenes que han tenido en sus familias la capacidad de acceder a la universidad. Por lo tanto, tenemos movilidad social ascendente. Entonces uno se pregunta por qué, si ustedes llegaron a Chile hace un par de días, prenden la televisión y verán un conjunto de informaciones negativas, delincuencia, descontento, etc. y la verdad es que eso es una realidad, puede ser una paradoja, pero en realidad lo que indica en que en democracia no hay secretos, en democracia se ponen tareas, si se cumplen las tarea, si se llega a una meseta, o algunos dirían más ambiciosos a la cima, lo único que encuentra después uno es más problemas, tareas más difíciles y una cima más alta. La gente se inquieta y uno siente que la cohesión social se debilita y, por lo tanto, lo fundamental es encontrar razones para persistir, en el camino que se ha escogido.
Y eso supone, a mi juicio, desde el punto de vista del liderazgo político, una capacidad de anticipar el mundo que viene, capacidad de anticipar tendencias y particularmente detectar a tiempo los cambios que se están produciendo y que inciden sobre una debilitación de los modos de cohesión social en América Latina. Voy a enumerar, muy rápidamente, algunos de esos cambios que no son, por lo demás, tan distintos algunos que están ocurriendo en Europa hoy día. Cambios demográficos. En América Latina está bajando fuertemente la mortalidad infantil, por mejoras en los sistemas de salud, está aumentando la expectativa de vida y, digámoslo francamente, no tenemos sistemas de previsión social que estén dando cuenta de este fenómeno. Nos emborrachamos en un tiempo con la idea que privatizando los sistemas de seguridad social el problema estaba resuelto y resulta que en un país como Chile, que lo privatizó en los años ochenta en el gobierno de Pinochet, hoy día tenemos un 40% de la gente que no está cubierta por el sistema y, por lo tanto, un sistema de seguridad social, sea público o privado, si no tiene un pilar solidario provisto por el Estado, no está dando cuenta del elemento básico de cohesión social que requiere una democracia para poder mantenerse establemente en el tiempo y con las expectativas positivas de la gente. Un Cambios en la estructura de las familias. Uno de los elementos de cohesión social históricos en América Latina fue esta familia tradicional extendida, no había jubilación adecuada, pero alguien se hacia cargo de los abuelitos, el pariente que estaba cesante, etc, como lo hubo mucho tiempo en el sur de Europa.
Hoy día en América Latina tenemos un aumento impresionante de las familias monoparentales y la mayoría de esas familias, encabezadas por una mujer jefa de hogar, en Chile representa un tercio de los hogares. Y la pregunta es, entonces, cómo uno hace posible que esa familia mantenga la esperanza en el futuro y en las oportunidades del futuro, y si uno no ataca de raíz el por qué esa mujer no puede trabajar, vamos a condenarnos a un retroceso en las expectativas y en la credibilidad de la gente en la democracia. Por lo tanto, el tema de una política de cuidado infantil desde los uno o dos años de edad, ojalá de cobertura universal, una política de capacitación permanente de la mujer jefa de hogar para que pueda acceder a empleos estables, es un elemento central de cohesión social que garantice que la gente adhiera a la democracia con algún interés y entusiasmo. Una tercera tendencia, hemos expandido todos los países fuertemente la educación básica, primaria y también la educación secundaria y eso es magnífico, pero la pregunta es cómo vamos a hacer ahora cuando tengamos esa tremenda masa de jóvenes, egresados de la educación secundaria y que una parte no menor de ellos va a encontrar dos frustraciones básicas; uno, algunos quisieron ir a la educación superior y no pudieron pagarla, otros quisieron encontrar un buen trabajo, no lo encontraron y ahí se genera un foco, no solo de insatisfacción, pero de delincuencia, de drogas, de violencia, que es un fenómeno que nos afecta a todos en América Latina.
Afortunadamente, si miramos al futuro y juntamos lo demográfico con lo educativo, vamos a tener un punto a favor y es que la matrícula a nivel básico primario, va a estar disminuyendo por las mismas razones del tema de la natalidad decreciente y, por lo tanto, con los mismos recursos vamos a poder dedicar más recursos por estudiantes para mejorar la calidad de la educación, pero es un desafío fundamental. Y, por último, en el tema económico es obvio que tenemos que decir que el camino de integrarse al mundo, de globalizar las economías, es un buen camino, que genera muchas oportunidades, pero no es el cuadro completo, porque a medida que uno se globaliza, más y más sectores se van haciendo vulnerables a los shocks externos, y si uno no acompaña ese proceso de globalización con un intento de disminuir la sensación de vulnerabilidad de la gente, de inseguridad frente a hechos que no controla, entonces si no atacamos eso vamos a tener el descontento y vamos a tener al final el problema de la violencia.
La violencia en las grandes ciudades en América Latina es uno de los grandes detonantes de inseguridad y de inestabilidad en el futuro y tiene que atacarse de una vez fuertemente. Y por último, yo diría que para poder responder a estos problemas que vienen y tener la capacidad de anticipación y de la respuesta pronta, tenemos que salir de este dilema inútil, en el que nos hemos debatido los últimos veinte años, que si necesitamos un Estado grande o pequeño, un Estado fuerte o uno débil. Necesitamos aquel Estado que sea capaz de asumir estas tareas y dar una respuesta a una velocidad coherente con la velocidad de los cambios en el mundo globalizado, y eso supone un Estado mucho más ágil, más musculoso, un Estado más transparente y, desde luego, un Estado más eficaz.
Termino diciendo que el desafío en una América Latina ya más globalizada es desarrollar sobre todo un nuevo modelo de cohesión social. Que incluya, atacar de raíz uno de los problemas que hoy día afectan a muchas de las democracias del mundo, en este caso incluyendo algún países en la península Ibérica, que es el deterioro de la calidad de la política, que es el debilitamiento de la capacidad que explica lo que hizo España, Portugal en su momento, de la capacidad de crear y construir acuerdos, sobre la base de grandes temas objetivos, tareas nacionales. La capacidad de concertación social, que por lo menos en este país fue espectacular en las primeras fases, después de la transición, y que se ha ido debilitando, y hoy día hay un mundo político, crispado, irritado, golpeador, debilitador, de cualquiera que intenta abrir caminos nuevos hacia futuro.
Segundo, la creación de seguros, públicos o privados para dar cuenta mejor de los riesgos sociales, los episodios reiterados de desempleo o de personas que buscan mejores empleos cuando la economía está globalizada, los problemas que les ocurren a las personas cuando envejecen, con un sistema de salud que no responde a las enfermedades catastróficas y pensiones que bajan violentamente de valor, seguros para los riesgos sociales, empleos para las mujeres y cuidado infantil, una agenda que desarrolle aquello fuertemente, una agenda de seguridad frente a la violencia, con fortalecimiento de las policías con programas de prevención, sobretodo en los sectores juveniles, énfasis en calidad de la educación, en la transparencia y eficacia del Estado. Yo creo que si uno plantea una agenda de este tipo en América Latina estará haciendo la verdadera transición que necesitamos, porque como se decía al comienzo, me parece que lo decía Carlos Fuentes, nosotros sin duda que en América Latina compartimos unas formas históricas de cohesión social y culturales que nos hacen compartir valores y sentir que somos un nosotros, pero compartimos las formas históricas de cohesión, compartimos la cohesión como una comunidad de origen, y creo que lo que necesitamos ahora es construir una comunidad destino, un punto de llegada compartido que consista en una convergencia de los caminos al desarrollo donde definitivamente acordemos lo obvio, que América Latina no tiene destino, si no tiene economías dinámicas integradas al mundo que abran oportunidades de empleo y además un sistema de protección social que de un piso de seguridad en la vida a las personas, para que mantengan la persistencia de varias décadas que requiere un verdadero proceso de consolidación y profundización de una democracia que tenga un profundo sentido humanista.
Gracias.