Sr. Director General de la Oficina de Naciones Unidas en Ginebra;
Sr. Presidente del Consejo de Derechos Humanos;
Sra. Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos;
Señores embajadores, ministros, parlamentarios;
Señores delegados y delegadas:
A pocos meses de haber asumido la Presidencia de mi país, la historia se develó ante mí con todas sus contradicciones, caprichos y emociones.
En octubre del año pasado, me correspondió inaugurar, como Presidenta de la República, el Teatro por la Vida, ubicado en el Parque por la Paz, en una comuna de la pre-cordillera que rodea Santiago de Chile.
El Parque por la Paz es un parque hermoso y de construcción reciente, que se levanta donde antes estuvo uno de los más brutales Centros de Detención y Tortura de la dictadura, la tristemente célebre Villa Grimaldi.
Era la primera vez que yo que visitaba ese lugar, ahora como Presidenta de la República.
La primera visita ocurrió 32 años antes, en 1975, cuando fui conducida a ese lugar junto a mi madre, detenidas sin cargo alguno, más que la herejía de pensar distinto, en un país donde eso estaba prohibido.
Tenía 22 años y estudiaba medicina. Mi padre había fallecido un año antes en la cárcel, producto de las torturas a que fue sometido.
Sin duda, lo que allí viví, no lo olvidaré jamás, pero no lo olvidaré jamás para transformar esa experiencia en una fuerza para el resto de mi vida de luchar por la democracia y por la garantía y protección de los derechos humanos en toda la humanidad.
Yo quiero comenzar mis palabras de hoy rindiendo un homenaje a tantas y tantos que murieron en aquellos días, los días más tristes de nuestra historia republicana.
A las familias de las víctimas; a los que aún buscan los restos de los detenidos desparecidos.
Y a través de ellos, quiero simbolizar mi saludo más afectuoso y mi compromiso más firme con la causa de los derechos humanos en todo el mundo.
El tema de los derechos humanos se ha hecho parte del alma de mi país y, por tanto, Chile tiene un compromiso intransable con la defensa de la vida, con la dignidad humana, donde quiera que ésta pueda ser vulnerada.
Por esta razón, no podía dejar de visitar el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, porque en aquellos días más oscuros, la comunidad internacional estuvo siempre presente.
Y quiero formular un reconocimiento a Naciones Unidas, a través del primer relator especial para la situación de los derechos humanos en mi país, el señor Abdulaye Dieye, de Senegal, nombrado en 1979, y a todos los relatores que lo sucedieron.
La labor de los relatores, y su sola presencia en cada visita, fue siempre crucial y decisiva para salvar vidas, para moderar conductas, pero más importante aún, para entregar un rayo de esperanza a los que sufrían en el momento más terrible de la desesperanza.
Por ello, permítanme reivindicar en este foro el legado positivo que nos dejó la anterior Comisión de Derechos Humanos, incluido los procedimientos especiales, que se constituyeron en la piedra angular del actual sistema de promoción y protección de los derechos humanos.
La Comisión fue un actor decisivo de un movimiento mundial que en las últimas décadas logró que la idea de los derechos humanos -junto a la de la democracia- alcanzara un triunfo hasta ahora indisputado en el plano normativo.
Esto no significa que en la práctica dejen de producirse violaciones, pero democracia y derechos humanos ya no son valores indisputados como principios éticos.
Ahora, en un mundo afectado por grandes turbulencias que pueden llevar efectivamente a nuevas atrocidades, que ya deberían estar desterradas en la convivencia humana, muchos miran con esperanza y a la vez con ansiedad la labor que este Consejo pueda realizar para asegurar una protección más efectiva de los derechos humanos.
Estamos, pues, ante una nueva era en la labor de Naciones Unidas.
Y en esta nueva etapa, la creación de un orden internacional más justo y más humano, sólo será posible si ponemos en el centro del debate, el respeto a la dignidad de la persona humana, independientemente de la religión, grupo racial, género, condición social, adscripción política, u otras características, que son inherentes a la naturaleza de la humanidad.
Es más, quiero decir ante ustedes que como país adscribimos plenamente a un concepto amplio de libertad y emancipación, donde los derechos humanos constituyen uno de los pilares fundamentales de la labor de Naciones Unidas en un nuevo siglo, junto con el desarrollo económico y social, la paz y la seguridad.
La creciente interdependencia global nos obliga a tener una mirada integradora de estos componentes, en función del bienestar colectivo al cual nos hemos comprometido con nuestros ciudadanos.
Ninguna nación tiene tampoco garantizada la seguridad o la prosperidad, si los derechos básicos de los ciudadanos se encuentran permanentemente amenazados.
Pretender hoy tener desarrollo y crecimiento sin considerar la centralidad de la dignidad humana, no sólo es éticamente reprobable y vulnera los valores compartidos más importantes de la humanidad, sino que, además, es insostenible en el tiempo, como lo hemos visto en tantos conflictos del mundo de hoy.
En Chile hemos sido promotores activos de este espíritu y este compromiso, desde que recuperamos la democracia en mi nuestro en 1990, y hemos logrado avances que alguna vez creímos inimaginables.
La sociedad chilena ha logrado conocer y aceptar la verdad: que en Chile fueron desaparecidas o ejecutadas casi 4 mil personas y que decenas de miles fueron torturadas por organismos del Estado.
Hemos avanzado en verdad y hemos avanzado también en justicia.
Hoy, los principales culpables de las violaciones a los derechos humanos enfrentan juicios ante los tribunales y muchos de ellos purgan sus penas en la cárcel.
Hoy promovemos en el Parlamento una moción que declara inaplicable la amnistía y la prescripción para todos aquellos crímenes considerados como crímenes de lesa humanidad.
Porque como país, hemos asumido que la memoria de miles no admite impunidad, no admite punto final.
Pero también miramos al futuro.
La democracia que reconstruimos lo hicimos sobre la base de un nuevo consenso nacional, en torno a la idea de que no existe ninguna, ninguna circunstancia política que pueda justificar el uso de la violencia política para resolver los conflictos al interior de la sociedad.
Este, por cierto, ha sido un proceso gradual, pero a la vez sistemático. No ha sido todo lo rápido que hubiésemos querido, pero ha sido sólido, involucrando institucionalmente a las propias Fuerzas Armadas.
Hemos también abordado la reparación moral y material de las víctimas y sus familiares. Aprobamos una serie de leyes para ayudar a los exiliados, a los exonerados de la administración pública, a los hijos de las personas fallecidas, a quienes sufrieron en carne propia la tortura.
En definitiva, hemos sido capaces de conciliar verdad y justicia; futuro y memoria; sanción y reparación, sin que nada de ello afecte la paz social.
Por el contrario, este proceso ha sido un componente medular para la consolidación de nuestra democracia.
Y, además, lo hemos hecho de frente, sin dejar nunca de lado la verdad.
La ética de los derechos humanos es el legado que esta generación de chilenos -mi generación- quiere dejar a las futuras generaciones.
Por eso hemos puesto un gran énfasis en la educación y en el rescate de la memoria, para que nunca más en Chile volvamos a vivir las atrocidades que vivimos en ese período.
Pero, a la vez, estamos generando las condiciones institucionales que garanticen permanentemente la protección, respeto y promoción de los derechos humanos básicos de cualquier chileno.
El protocolo facultativo de la Convención contra la Tortura fue recientemente aprobado por la Cámara de Diputados, restando para su ratificación el siguiente paso constitucional que corresponde.
Dentro de poco, está también en el Parlamento y bastante avanzado, aprobaremos la ley que crea el Instituto de Derechos Humanos en Chile, para hacer de ella una política de Estado que trascienda las generaciones.
Junto con este Instituto, estamos creando un gran Museo Nacional de la Memoria, para conmemorar a los nuestros y promover la ética de los derechos humanos en los más jóvenes.
Y no cejaré, tampoco, en mi esfuerzo por conseguir que finalmente Chile ratifique la Convención de Roma, que creó el Tribunal Penal Internacional.
Señor Presidente:
En el ámbito de la labor que ejerce el Consejo, valoramos que en la primera sesión se adoptara la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra la Desaparición Forzada y los derechos a la justicia y reparación, cuando corresponda.
También apoyamos que la Asamblea General adopte la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, un paso muy importante en el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios.
La lucha contra el racismo, la intolerancia y toda forma de discriminación, es también una prioridad para mi gobierno. Chile somos todos, he dicho en más de una ocasión. Y es por eso que para mí una gran tarea en relación a derechos humanos, además de la lucha por garantizar derechos y libertades civiles y políticas, es todo lo relativo a luchar contra la discriminación, la desintegración y todo lo que se refiere a desigualdades sociales, económicas o culturales, o por etnias, que podamos aún tener en nuestro país.
En este marco, reitero la importancia que nuestro país le otorga al Grupo de Trabajo Intergubernamental de seguimiento y aplicación efectiva de la Declaración y Programa de Acción de Durban, cuya presidencia recae en nuestro país.
Los lineamientos establecidos en esta Conferencia nos dan una base para impulsar, con más fuerza aún, políticas anti-discriminación en los distintos ámbitos de nuestras sociedades.
Aprovecho la ocasión, asimismo, para hacer un reconocimiento a la labor que ha desarrollado la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas de los Derechos Humanos.
Señor Presidente:
Estamos en un momento crucial en la construcción institucional de este Consejo.
Estoy segura que ustedes, en su trabajo, están a la altura de lo que el mundo necesita y harán lo necesario para que este Consejo sea capaz de impedir que se repitan nuevos hechos tan dolorosos como los que hemos visto en recientes años, especialmente en países que han caído en espirales de guerra civil o conflictos étnicos.
Es importante que actuemos antes que se desencadenen nuevas tragedias.
El sistema de procedimientos especiales y el trabajo de alerta temprana son esenciales para impedir que hechos, en un comienzo aislados, escalen a un nivel masivo y sistemático, lo que podría evitarse, si la comunidad internacional actúa a tiempo y con un mensaje consistente frente a los potenciales perpetradores de nuevos crímenes.
Por ello valoramos también el trabajo que realizan los relatores especiales, los expertos independientes, así como también la labor de las Organizaciones No Gubernamentales y de la sociedad civil, que constituyen una valiosa fuente de información, tanto para emprender acciones preventivas, como para el mecanismo de revisión periódica universal de la situación de derechos humanos.
La promoción y protección de los derechos humanos es algo que, en definitiva, nos compromete a todos, pero donde los Estados tienen una responsabilidad particular: la de proteger a sus ciudadanos, a todos, sin discriminación alguna.
Por eso nos preocupa también, la situación de los sectores más desprotegidos de una sociedad, las mujeres, los niños, los ancianos, las minorías étnicas.
Chile tiene un compromiso permanente a favor de los derechos humanos de la mujer, en especial su derecho a participar en igualdad de condiciones en todos los ámbitos de la sociedad, consagrados en instrumentos internacionales.
En consonancia con esta política, esperamos presentar en una próxima sesión del Consejo, un nuevo proyecto de resolución sobre "Integración de los derechos de la mujer en todo el Sistema de las Naciones Unidas".
Pero, sobre todo, hemos buscado ser consecuentes en Chile.
Ya hay un vasto trabajo que estamos desarrollando por la igualdad de género, contra la violencia intrafamiliar, el acoso sexual y otras formas de abuso contra las mujeres.
En protección de la infancia, hemos creado un sistema que busca proteger adecuadamente a los niños y acabar con las desigualdades desde la cuna.
Empezamos el cuidado desde el momento del embarazo y acompañamos con una serie de prestaciones médicas, nutricionales, biopsicosociales y educacionales.
Esto incluye cobertura total de educación pre escolar en los niveles de kindergarten y pre-kindergarten (estamos hablando de 5 y 6 años de edad) y cobertura total de sala cuna y jardín infantil (desde los 0 hasta los 4 años) para el 40 por ciento más pobre de la población.
En cuanto a los pueblos originarios, hemos adoptado diversas medidas basadas en el principio de desarrollo con identidad.
Hace poco hemos culminado un proceso de diálogo que incentivó el gobierno y que involucró a miles de comunidades indígenas a lo largo de todo el país, y que derivó en una agenda de trabajo muy concreta.
Entre los puntos más importantes de esta agenda destacan el fortalecimiento de las formas de participación de los pueblos indígenas; el establecimiento de políticas indígenas urbanas; de políticas dirigidas a la mujer indígena, en relación a la educación, a cultura, a tierras, por mencionar sólo algunas de ellas, a fomento productivo, sin duda. Asimismo, mi Gobierno seguirá buscando la ratificación del Convenio Nº169 de la OIT.
En este punto, no puedo dejar de mencionar que el trabajo por los derechos humanos es una tarea permanente.
Por ello, debo señalar que las observaciones que hemos recibido de parte de diversos organismos ligados al tema en años recientes, lejos de mirarlos como una amenaza, han constituido una importante ayuda para los sucesivos gobiernos democráticos, en nuestro continuo esfuerzo por asegurar el goce efectivo de estos derechos para todos los habitantes de nuestro país.
Estimados amigos del Consejo:
La creación de esta nueva institución tiene lugar en momentos donde la humanidad ha hecho tremendos, aunque todavía muy desiguales, progresos materiales, pero donde la brutalidad y el abuso permanecen en las relaciones humanas, como hemos visto en tantos casos dramáticos recientes.
Pero ahora tenemos una institucionalidad internacional de derechos humanos que puede hacer una gran diferencia para proteger a las víctimas de estos abusos.
Es responsabilidad de todos los Estados otorgar la máxima colaboración al Consejo de Derechos Humanos en su tarea de promoción y protección de estos derechos.
En particular, esperamos un pronto acuerdo sobre el "mecanismo de revisión periódica universal", que permitirá examinar el récord de derechos humanos de todos, sin discriminación o reclamos de selectividad.
Este mecanismo constituye uno de los aspectos más novedosos y trascendentales de la reforma del sistema de derechos humanos.
Para que cumpla con su objetivo, la revisión debe abarcar todos los derechos humanos en todos los países, debe ser un mecanismo eficaz y efectivo en la promoción y protección de los derechos humanos, desde la perspectiva de las víctimas, y debe ser un ejercicio pluriparticipativo, incorporando a Estados, expertos, organizaciones no gubernamentales, organismos intergubernamentales y, por supuesto, instituciones nacionales.
Asimismo, debe dar un lugar destacado a la cooperación internacional, sin perjuicio de la responsabilidad de cada Estado en la promoción y protección de los derechos humanos.
Como país, no creemos que exista una contraposición entre libertad y seguridad. La historia, la historia chilena nos demuestra que denegar un tipo de derecho puede llevar inevitablemente lleva a la negación de otros.
Kofi Annan nos lo dijo en su momento: "los Estados más fuertes son los que más decididamente defienden los derechos humanos de todos sus ciudadanos".
Y Chile comparte plenamente este enunciado.
Por tanto, trabajaremos no sólo para mejorar nuestras prácticas y nuestra legislación interna, sino también, promoveremos el fortalecimiento internacional de los derechos humanos, en el entendido que tenemos un presente y un destino común como Humanidad.
Desde ya, me gustaría expresar nuestro deseo que en un futuro cercano, el Consejo se transforme desde un órgano subsidiario de la Asamblea General, en una instancia principal dentro del Sistema de Naciones Unidas.
Al hacerlo, vamos a ser consecuentes con dar a esta dimensión el mismo nivel que tienen los otros dos pilares, el económico y social, y el de paz y seguridad, dentro de la principal organización mundial.
Amigas y amigos:
Cuando llegué por primera vez a Villa Grimaldi hace 32 años, tenía la vista vendada.
Cuando visité el Parque por la Paz el año pasado, llegué con la frente en alto y la vista puesta en los ojos y en los corazones de quienes me acompañaban.
Qué capricho de la historia. Qué enseñanza que nos deja.
Quienes pretendieron hundirnos, no lo lograron, porque nada, ni la más brutal de las fuerzas, puede contra la dignidad humana.
Es ésta una fuerza viva, vigorosa, que no se doblega ante nada.
Así que, una vez más, yo agradezco la invitación a exponer ante este Consejo.
Continúen con fuerza su trabajo. Continúen con mística, porque hay gente que los espera.
Y cuenten con Chile, su pueblo y con esta Presidenta.
Muchas gracias.