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Domingo 3 de agosto de 2008  
DISCURSO DE   S.E. LA PRESIDENTA DE LA REPÚBLICA DE CHILE,   SEÑORA MICHELLE BACHELET JERIA,   ANTE EL CONGRESO PLENO DE MÉXICO   Ciudad de México, 20 de marzo de 2007
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Señoras y señores:

Yo quisiera agradecer a los honorables presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados sus palabras, sus muestras de cariño hacia mi país, al que orgullosamente hoy aquí represento.

Es un honor para Chile y para quien habla, estar aquí como la primera mujer Presidenta de la República que es recibida por este Congreso General, y ser la tercera Presidenta de Chile que ha sido recibida por este Congreso General. Hace 35 años estuvo aquí el Presidente Salvador Allende; hace 7 años, el Presidente Ricardo Lagos Escobar.

Y mis primeras palabras, no les quepa la menor duda a ustedes, son de gratitud. Sí, amigos, porque fueron miles los chilenos que llegaron a estas tierras durante los días más tristes de nuestra historia.

Algunos regresaron al suelo patrio; otros formaron aquí su familia y se quedaron para siempre. Hoy sus hijos, sus nietos, mis primos, son chileno-mexicanos, que han amalgamado sus raíces e historia y han entregado lo mejor de sí para el desarrollo de ambos pueblos.

México se ha convertido para los chilenos en un verdadero hermano de sangre.

México lindo y querido: no tenemos palabras suficientes para agradecer la solidaridad que nos prodigaste. Desde aquí te lo digo: Chile te estará eternamente agradecido.

De hecho, uno de los parlamentarios que me acompaña, estuvo acá viviendo en este país.

Estimados miembros de este Honorable Congreso General:

México y Chile tenemos raíces comunes que arrancan desde nuestros pueblos originarios y continuaron forjándose cuando nuestros padres de la patria buscaron independizarse de España.

Ahí están Cuauhtémoc y Lautaro. Ahí está el glorioso septiembre de 1810, cuando con sólo 48 horas de diferencia, el sacerdote Miguel Hidalgo y la Primera Junta de Gobierno de nuestro país sellaron su compromiso con la libertad de ambos pueblos.

Hoy también nos acercamos de la mano, al Bicentenario de nuestras independencias, hecho que hemos destacado esta mañana, en que hemos instruido que en los próximos meses se constituya la Comisión Bicentenario México-Chile, para que le dé el realce que corresponde a este importante acontecimiento.

Pero volvamos a nuestra historia.

Tras los períodos iniciales de anarquía y búsqueda que nuestros países vivieron, hombres preclaros, cuyos ideales traspasaron las fronteras de nuestros países, dieron forma a nuestras Repúblicas.

Ahí están Benito Juárez, el constructor de los cimientos de la nación; Francisco Madero, Emiliano Zapata, Francisco Villa y Venustiano Carranza, entre tantos otros que entregaron su vida por la Revolución. Una Revolución que buscó reformas sociales que la sociedad mexicana reclamaba en un marco de democracia.

Rindo homenaje a la primera revolución social y política del siglo XX.

En los años posteriores, también brilló con luces propias ese gran Presidente que fuera Lázaro Cárdenas.

En la historia común de nuestros pueblos podemos destacar, en el tiempo de la Reforma en México, la solidaridad de Chile impulsada por nuestro Francisco Bilbao, que defendía la República y condenaba la intervención foránea.

Este es uno de los tantos hechos históricos que a veces no conocemos debidamente y que nos unen profundamente a los chilenos y mexicanos. La solidaridad, por ejemplo, que el benemérito de las Américas recibió de chilenos en los momentos difíciles de la nación mexicana.

Amigos, tan poco conocemos de los profundos lazos que nos unen en nuestra historia. En este caminar juntos, no es una casualidad que años después nuestros dos laureados por el Premio Nóbel, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, hayan vivido y trabajado en México.

En 1922, Gabriela fue invitada por José Vasconcelos, secretario de Educación de la época, para colaborar en los planes educacionales del México de la pos Revolución. Gabriela vivió momentos maravillosos en México. Amó y se entregó por este país, como lo testimonian sus escritos privados, su prosa y su poesía pública.

Un cariño que se ha extendido hasta el día de hoy, cuando constatamos la existencia de más de 800 escuelas públicas de México, y también algunas privadas, que llevan el nombre de nuestra insigne poetisa.

Gabriela nos legó mucho: su obra, por cierto, que es lo más conocido, pero también nos dejó una visión del mundo; una genuina preocupación por las minorías, por la igualdad y la no discriminación racial, y un profundo sentido de la responsabilidad social y de la justicia.

Su visión de cambios la llevó al ya mencionado Vasconcelos, a Gómez Amorío, a Lázaro Cárdenas, y a sus colegas poetas Amado Nero, Augusto Reyes y también a Octavio Paz.

Recordar hoy, a 50 años de su fallecimiento, ocurrido en 1957, es otra satisfacción que agrego a esta significativa visita que efectúo como Presidenta de Chile.

Cómo no recordar también a Pablo Neruda, el poeta chileno que ya pertenece al mundo entero.

Pablo fue Cónsul General de Chile durante tres años y México constituyó una etapa única para el desarrollo de su obra reconocida universalmente.

Así, a lo largo de nuestra historia, se multiplican los gestos de amistad entre estos dos pueblos hermanos, representados también en artistas como David Alfaro Siqueiros y Jorge González Camarena, cuyos murales distinguen hasta el día de hoy a nuestras ciudades de Chillán y Concepción.

Tampoco podemos olvidar los viajes a Chile y las pláticas con nuestra intelectualidad por parte del insigne maestro Diego Rivera.

Hablamos, amigas y amigos, de toda una vida de estos dos países, de amistad y solidaridad, de respeto y de entendimiento, de cultura y de arte. Toda una vida de Chile junto a México y México junto a Chile.

Amigas y amigos del Congreso General:

He querido venir hasta éste, el principal foro de la democracia mexicana, para decirles que, como Presidenta de Chile tengo la voluntad y la decisión de construir una nueva era en las relaciones entre nuestros pueblos y nuestros gobiernos.

México y Chile tenemos todo, todo lo necesario para consolidarnos como dos socios de importancia estratégica mutua, sea para fortalecer y profundizar aún más nuestra relación bilateral; sea para actuar juntos de cara a nuestra querida América Latina; sea para trabajar juntos desde nuestra región, de cara a un mundo que vive transformaciones vertiginosas.

Tenemos los fundamentos para ello. México y Chile hemos alcanzado en los últimos años una notable simetría y un conjunto extraordinario de coincidencias.

Es por eso que el año pasado dimos un paso en esta dirección y adoptamos nuestro Acuerdo de Asociación Estratégica. Es cierto que podemos y vamos a fortalecer nuestra relación bilateral.

Pero ahora, nuestro desafío es aún mayor. México y Chile tenemos que ser capaces de transformar esa asociación en una fuerza potente y transformadora del mundo y de nuestra región. México y Chile tenemos que transformarnos en una fuerza capaz de demostrarle al mundo, con el ejemplo de nuestros propios procesos, que la democracia ha llegado para quedarse en América Latina, y que en esta nueva era democrática, la democracia no sólo puede, sino que debe ser más justa e inclusiva. Y tenemos que trabajar juntos, respetuosa y solidariamente, en la tarea urgente de consolidar nuestra democracia en la América Latina.

Sí, amigos, México y Chile también tenemos que transformar esta asociación en una fuerza potente para que nuestra región pueda tener una voz que sea escuchada, que sea poderosa frente a la globalización y que, por el contrario, seamos capaces de asociarnos y enfrentar juntos los enormes desafíos que nos imponen las condiciones de la globalización, la apertura de los mercados que ambos países hermanos hemos construido.

Sabemos que podemos actuar con una perspectiva y con una escala global.

Sí, porque México y Chile también tenemos que continuar trabajando juntos en la construcción de un sistema internacional más democrático, basado en el multilateralismo y en el derecho y no en el uso de la fuerza del más fuerte.

Porque México y Chile tenemos que continuar luchando para construir una globalización con rostro humano, porque tenemos que forjar las alianzas que nos permitan gobernar la globalización.

Sí, amigos de este Honorable Congreso General, a esto he venido, a ser ambiciosa para construir sobre lo avanzado y sobre nuestras enormes coincidencias, y abrir junto a ustedes una nueva perspectiva para nuestra relación.

Amigas y amigos de México:

Para Chile, el punto de partida y el eje fundacional de esta nueva etapa que hemos comenzado a construir descansa sobre la importancia central que ambos pueblos y gobiernos otorgamos a la democracia.

Nada de lo que amamos para nuestros hijos es posible ni sustentable si no es en democracia.

La democracia demanda fortalecer instituciones políticas. Sin ellas no será posible el crecimiento económico y sin éste no habrá lo que buscamos, progreso social y justicia. Es lo que estamos haciendo en Chile.

En estos años vemos que para fortalecer la legitimidad de la democracia y sus instituciones, tenemos que llevar adelante políticas públicas muy concretas, que sirvan para romper aquellas barreras que a lo largo de los siglos, y a pesar de todos nuestros avances, todavía continúan reproduciendo la exclusión y la desigualdad.

Sin embargo, quisiera subrayar de manera muy especial que para que nuestras democracias subsistan y sean capaces de cambiar y mejorar las condiciones de vida de cada día de nuestros ciudadanos, deben ser construidas sobre la base de grandes proyectos nacionales.

La democracia de hoy nos demanda una gran concertación de esfuerzos políticos en cada sociedad. Y es lo que nosotros hemos intentado hacer con la Concertación de Partidos por la Democracia en Chile desde 1990.

De verdad, ustedes lo saben muy bien, comenzamos como una alianza instrumental para recuperar la democracia. Había que unir a los demócratas. Así era de simple, y no fue simple. Más bien, lo reconozco, fue muy complejo, y aquí hubo que entender y superar viejas rencillas y adversidades que nos habían desunido, que habían contribuido a debilitar nuestra democracia y generado las condiciones para el golpe de Estado de 1973.

Poco a poco nos fuimos transformando ya no sólo en un instrumento para ganar las elecciones, sino que nos fuimos transformando en un nuevo bloque por los cambios, en una mayoría que dio expresión política a esa mayoría social que reclamaba nuestros valores de justicia y equidad.

Desde entonces hasta ahora, nuestro proyecto de crecimiento con equidad se ha ido renovando para dar respuesta a las nuevas demandas y anhelos de nuestra gente. Ése es el proyecto que yo lidero y que hoy pasa a una nueva etapa, mucho más exigente que ayer. Porque la democracia, además, se ha empoderado en los chilenos y chilenas. Y, por lo tanto, chilenos y chilenas hoy día quieren mucho más. Con 17 años de democracia, las libertades básicas no bastan. Queremos que el país crezca y se desarrolle, pero que esos beneficios le lleguen a cada uno de ellos.

La dictadura nos dejó un Estado desnudo. Intentó limitar los derechos políticos, y los derechos sociales fueron extraordinariamente precarizados.

Después de 1990, nuestros primeros esfuerzos se orientaron a impedir una regresión autoritaria. Consolidamos las bases de un crecimiento sostenido y comenzamos a sanar las heridas humanas y las deudas sociales.

Apostamos por el crecimiento con equidad.

Y crecimos. Entre 1990 y 2006, Chile creció un 5,6 por ciento anual en promedio. Nuestro Producto Interno Bruto per cápita corregido por paridad de poder de compra, experimentó un significativo incremento, desde los 4.703 dólares el año 1990, a los 12.967 dólares el 2006. Redujimos la inflación del 27,3 por ciento el 1990, al 2,6 por ciento el año 2006.

Y avanzamos, lo más importante, en equidad. Dimos un nuevo impulso al gasto social y redujimos la pobreza desde el 38,6 al 18,8 por ciento entre 1990 y el 2003, cifra que continúa disminuyendo.

Durante la última elección, le propusimos al país un modelo de país que planteara renovar las bases del crecimiento para dar un salto al desarrollo, pero que a la vez pudiera ser capaz de ser un Estado moderno de bienestar, que junto con crecer, con tener una economía dinámica, pudiera garantizar, desde la niñez a la vejez, un sistema de protección social.

Hoy, gracias a una reforma del gobierno anterior, en la cual participé activamente como ministra de Salud, los chilenos tienen una mejor salud. Tenemos mucho que hacer, pero tenemos una mejor salud y hemos asegurado el derecho a una atención de salud oportuna y eficiente en 56 enfermedades. Y en mi gobierno llegaremos a 80 enfermedades más recurrentes.

Hoy estamos, yo sé que éste es un tema delicado, pero es una de las reformas estructurales fundamentales de mi gobierno, es la reforma al sistema de pensiones, sistema de pensiones privado que se instauró en 1981. Reforma que tuvo aspectos positivos, pero que también tuvo muchos vacíos que queremos corregir.

Y es por eso que estamos trabajando fuertemente, sacando las lecciones de lo positivo y de lo negativo, en una nueva reforma al sistema de pensiones.

Lo que buscamos es asegurar el derecho a una pensión básica solidaria digna para los chilenos que no logren ahorrar lo suficiente durante su vida laboral.

Y una segunda gran reforma es la reforma al sistema educativo.

Durante el primer gobierno democrático hicimos una primera reforma, donde queríamos dar el derecho a todas y todos en nuestro país de tener acceso a la educación.

El mundo ha cambiado, nos exige cada día más y, por otro lado, la educación es un factor esencial de movilidad social y de justicia.

La Gabriela Mistral decía "el futuro de los niños es siempre hoy".

Y es por eso que hoy día estamos en una segunda generación de reforma a la educación, en que queremos pasar del derecho de cada chileno y chilena a la educación, al derecho de cada chileno y chilena a una educación de calidad. Es lo que nos exige el mundo en que vivimos, es lo que nos exige el contar con un país más igualitario.

Hoy estamos iniciando un programa que nos permitirá garantizar el acceso al cuidado y educación preescolar a todos nuestros niños en situación de vulnerabilidad.

La desigualdad parte desde la cuna, y es desde la cuna que tenemos que enfrentarla.

Sólo este año inauguramos 800 nuevas salas cuna y el 2010 crearemos 70 mil nuevos cupos de salas cuna, 43 mil cupos en jardines infantiles y garantizaremos el acceso universal al prekinder.

Hoy estamos construyendo ciudades amables, con una política de vivienda que construye casas más grandes, de mejor calidad, con mejores barrios y entornos, y un mejor transporte colectivo, aún cuando con una serie de problemas, debo decir.

La idea central de mi gobierno, idea que generó un amplio consenso durante la campaña presidencial, es lo que decía hace un rato, es consolidar las bases de un país más próspero, que crece, que innova, que sale al mundo, pero que a la vez otorga seguridades mínimas a todos sus ciudadanos.

Un Estado moderno de bienestar. Que crezca incluyendo e incluya creciendo. Ese es el desafío. No es sencillo, pero en eso estamos.

Ese es el proyecto nacional que nos inspira, donde el ciudadano esté al centro de nuestras preocupaciones, al centro de nuestro trabajo, al centro de nuestra política.

Amigos y amigas:

Yo no podría hablar sobre Chile sin hablar del rol de la mujer, que ha ido conquistando paulatinamente una mayor integración y ganando mayores espacios en todos los ámbitos.

Hemos alentado la participación y la equidad. Pero tenemos mucho más que avanzar.

Tal como lo prometí cuando fui candidata a la Presidencia, mi primer acto de gobierno fue la designación no sólo de un gabinete, sino de un gobierno paritario de hombres y mujeres, que representara de mejor forma lo que era la sociedad chilena.

La mitad de los ministros de mi gobierno -secretarios, como se dice en México- son mujeres; lo mismo ocurre con todas las otras autoridades de gobierno.

"¿De dónde van a sacar tantas mujeres?" decían los escépticos, antes de que yo nombrara mi gabinete. Pero ahí están, ahí está el primer gobierno paritario de toda la historia de Chile, trabajando sin descanso por nuestra gente.

Qué felicidad sentirían hoy las mujeres mexicanas que lucharon por estos derechos y por un mundo donde hubiese mayor igualdad de género. Mayor igualdad de género significa consolidar mejores democracias.

Permítanme, aunque sea injusta con muchas, mencionar los nombres de algunas, los nombres de Josefa Ortiz de Domínguez, Gertrudis Bocanegra y Leona Vicario, durante la lucha de la independencia; de Dolores Jiménez y Muro, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza y Hermila Galindo de Topete, durante la Revolución mexicana. Y cómo no señalar, en nuestros tiempos modernos, a Frida Khalo, gran artista, que siempre se preocupó de la emancipación de la mujer.

Nuestros pueblos aún tienen una deuda con las mujeres, pero estamos siendo testigos y constructores de un mundo distinto.

Estamos abriendo las grandes alamedas para que por allí caminen también nuestras mujeres. La mujer de Chile, la mujer de México, la de América Latina y la del mundo entero.

Queridos amigos del Senado y de la Cámara:

Nuestra vocación común para América Latina es otro de los componentes esenciales de la asociación estratégica que hemos puesto en marcha con la visita de esta Presidenta.

Vengo ante ustedes a invitarlos a que continuemos juntos en este camino de construcción democrática, especialmente junto a nuestra querida América Latina, que transita por una serie de desafíos y que tal vez uno de los más urgentes es el de consolidar la democracia para con lo cual poder efectivamente avanzar en una región más humana, más justa, más solidaria, donde podamos derrotar la exclusión y la pobreza.

Muchas razones explican esta realidad, pero quizás uno de los problemas más importantes que tenemos en nuestra democracia, aunque no el único, ha sido la enorme dificultad de las democracias para ser efectivas y cambiar las condiciones de vida diaria y concreta de cada uno de los ciudadanos.

En 1990 y el año 2002 el número de pobres de América Latina aumentó de 201 a 211 millones de personas, y sólo disminuyó en los últimos años a 205 millones en la última medición, pero gracias al aumento de los precios internacionales de las materias primas y a un mejoramiento aún gradual e inicial de las políticas públicas en varios países de la región.

Por eso que desde Chile no podemos sino apoyar a México en su mirada hacia el sur.

Valoramos y respetamos la relación con su vecino del norte, pero por su historia y por su idiosincrasia y por este destino común, México continúa llamado a cumplir un rol irreemplazable y fundamental en América Latina.

Pero también, América Latina necesita a México. Y yo me atrevería a decir que México también necesita a América Latina. Y desde Chile promoveremos todos los espacios de diálogo, queremos trabajar con todos en América Latina, porque los problemas son de todos nuestros pueblos.

No nos cansaremos de buscar consensos e impulsar políticas comunes entre latinoamericanos y caribeños. Nuestra historia así lo demanda, nuestros pueblos así lo exigen.

Amigas y amigos mexicanos:

Como México, Chile es un país latinoamericano que ha decidido aprovechar las oportunidades que abre la globalización. Hemos aprendido que para resolver los desafíos sociales que tenemos, necesitamos crecer y crecer cada día más, porque eso es esencial, pero también necesitamos que ese crecimiento garantice beneficios para todos nuestros ciudadanos.

Y nuestro crecimiento se ha basado muy fundamentalmente en el dinamismo de las exportaciones.

Como México, Chile ha seguido un camino persistente de apertura a la economía internacional y ambos hemos construido una amplia red de tratados de libre comercio con un número creciente de países del orbe.

En el caso de Chile, tenemos un acceso privilegiado a mercados de alrededor de 2.600 millones de personas, cifra que aumentará a 3.800 cuando entren en vigencia los tratados que están en tramitación, incluyendo el que suscribiremos este mes con Japón.

Esto nos permite ingresar en una nueva etapa, de inserción más profunda y avanzada, en la que Chile desea desarrollar una asociatividad económica de envergadura entre América Latina y el Asia Pacífico.

Pero éste no es sólo un desafío para el gobierno, también lo es para las empresas, y esto demanda una alianza público-privada y un esfuerzo entre varios países.

Sólo de esa manera podremos enfrentar el desafío de la escala de producción que requiere un mercado de 2.600 millones de personas. Tenemos bastante avanzado.

Y desde luego, como México, junto a Perú, Chile juega un rol constructivo y destacado en la APEC. Y en América del Sur, las economías del Atlántico tienen un interés genuino por exportar sus productos hacia el Pacífico. Y podemos hacer más.

En 1988 sólo había 20 compañías de mercados emergentes con ventas superiores a los 1.000 millones de dólares. El año pasado, había 270, incluyendo 38 con ventas sobre los 10 mil millones de dólares. ¿Qué nos dicen estas cifras? Que es posible competir con éxito en esta economía global si lo hacemos bien.

Entonces, yo los invito a ustedes, parlamentarios, a los empresarios, a los trabajadores, a que juntos aprendamos a usar bien los acuerdos comerciales que hemos alcanzado. Que caminemos en la integración bilateral y regional, que nos posibilite aprovechar mejor los espacios que nos ofrece la globalización, porque México y Chile podemos ser más competitivos y de esa manera poder generar mayor riqueza, poder generar mayor empleo, poder tener políticas sociales más importantes y más profundas.

Por eso hemos establecido nuestra asociación estratégica con México, porque compartimos valores democráticos, estrategias de desarrollo y una vocación de apertura al mundo. Compartimos una cultura e identidad latinoamericana, una política exterior global y, sobre todas las cosas, una mirada de futuro de prosperidad y justicia para nuestros pueblos.

Honorables senadores y diputados del Congreso mexicano:

Es un privilegio para mí, soy la tercera Presidenta, o Presidente, para juntar a todos los demás, chilena que ha visitado este Congreso. Y he venido hasta ustedes para decirles que Chile no entiende su futuro sin México ni América Latina.

Esto es sólo el principio de una nueva etapa en nuestra relación bilateral, al asomarse nuestro Bicentenario. Nuestros pueblos nos exigen más y debemos responderles.

Soy optimista. Yo siempre digo que si no fuera optimista, no estaría en este cargo. Así que soy optimista, y soy optimista histórica, porque las cosas que pasamos en el pasado, si no hubiéramos tenido optimismo histórico, no habríamos sido capaces de levantarnos y reconquistar la democracia.

Soy optimista. Creo y confío en la democracia. Sé que la podemos mejorar cada vez, sé que sabremos desterrar la pobreza, disminuir la desigualdad, entregar más justicia, más oportunidades y participación a nuestros ciudadanos. Creo que lo podemos lograr.

Y por eso quisiera culminar mis palabras evocando el Canto General de nuestro Pablo Neruda, cuyos incunables fueran publicados por primera vez en esta hermosa nación:

México, huraña agricultura,
Amada tierra entre los oscuros repartida:
De las espaldas del maíz salieron
al sol tus centuriones sudorosos.
De la nieve del Sur vengo a cantarte.
Déjame galopar en tu destino
y llenarme de pólvora y arados.

¡Viva México, viva Chile!

Muchas Gracias